
EE. UU., 22 de septiembre de 2025.- El respaldo de Estados Unidos al gobierno de Javier Milei, expresado por Scott Bessent, secretario del Tesoro de la administración de Donald Trump, impulsó los activos argentinos y alivió la presión sobre el dólar en un contexto financiero cada vez más desafiante. En la antesala del viaje del presidente argentino a Washington, Bessent aseguró que su país está “dispuesto a hacer lo que sea necesario” para colaborar con la estabilización económica de la Argentina, incluyendo todas las herramientas disponibles.
Entre las alternativas que se analizan se encuentran tres instrumentos concretos: líneas de swap, compras directas de divisas y adquisición de deuda soberana en dólares a través del Fondo de Estabilización Cambiaria del Tesoro estadounidense (ESF, por sus siglas en inglés).
La posibilidad de establecer una línea de swap representa un acuerdo de intercambio de divisas entre los bancos centrales de ambos países, con plazos y condiciones previamente definidos. Aunque Estados Unidos históricamente limita estos convenios a economías avanzadas, en el pasado ha habilitado líneas temporales con naciones como Brasil, México, Corea del Sur y Singapur, bajo circunstancias específicas. Hasta ahora, Argentina nunca accedió a un swap directo con la Reserva Federal. Por su parte, el único swap vigente del país es con China, firmado inicialmente en 2009 y renovado sucesivamente, alcanzando hoy un valor aproximado de 18.500 millones de dólares.
Federico Glustein, economista consultado por Ámbito, consideró que el swap sería la opción más conveniente por su capacidad de aportar liquidez inmediata sin comprometer reservas propias. Sin embargo, advirtió que la implementación requiere un alto nivel de confianza por parte de Estados Unidos, dada la trayectoria de incumplimientos financieros del país.
La segunda alternativa evaluada es la compra directa de divisas. Esta medida supone que un banco central extranjero venda dólares en el mercado argentino a cambio de pesos, con el objetivo de fortalecer la liquidez y estabilizar el tipo de cambio. Eric Paniagua, socio de Dekadrak Venture Capital Consulting, señaló que esta opción no implicaría un endeudamiento formal, al menos en términos contables, y permitiría sostener con eficacia un tipo de cambio más alineado con los objetivos del Gobierno.
La tercera posibilidad contempla la intervención del Fondo de Estabilización Cambiaria de Estados Unidos para adquirir bonos soberanos argentinos emitidos bajo legislación internacional. Este mecanismo fue utilizado previamente para apoyar a México en 1995 y solo se activa mediante una decisión política de alto nivel. Gustavo Gardey, cofundador de Bull Road Investments, destacó que un programa de recompra de deuda soberana permitiría reducir el riesgo país, colocar un piso al valor de los bonos y generar un perfil de deuda más sostenible.
Según Gardey, contar con reservas suficientes para afrontar los vencimientos de deuda en enero y julio del próximo año sería una estrategia clave para disipar rumores de default, reducir incertidumbre y reabrir el acceso a mercados internacionales en condiciones más favorables.
Glustein también analizó estas dos últimas propuestas. En el caso de la recompra directa de divisas, explicó que suele requerir activos líquidos o regalías como respaldo, aunque consideró viable un acuerdo de tipo financiero. Respecto a la compra de bonos del Tesoro, advirtió que, si bien es una herramienta válida, su implementación puede resultar costosa y conlleva riesgos vinculados a los vencimientos y la exigencia de garantías.
Finalmente, Andrés Reschini, de F2 Soluciones Financieras, subrayó que este respaldo internacional responde a una estrategia geopolítica y a la exclusión de Argentina del crédito voluntario global. Señaló que, más allá del instrumento elegido, lo esencial será que el país avance en reformas estructurales que impulsen la inversión y el crecimiento sostenido. De lo contrario, cualquier apoyo externo podría diluirse con el tiempo.
Con Ámbito