
Buenos Aires, 15 de septiembre de 2025 (Mi Periódico).- Mientras el intendente Diego Valenzuela se dedica a promocionar eventos de consumo masivo de alcohol y café en barrios acomodados, los sectores más vulnerables de Tres de Febrero enfrentan una realidad muy distinta: abandono, basura, droga e inseguridad.
Este lunes, la Escuela Primaria N.º 36, ubicada en el cruce de Tucumán e Iguazú, y el Jardín de Infantes N.º 921, en Churruca y Tucumán —ambas instituciones situadas en las esquinas de la plaza Churruca, en el barrio homónimo— amanecieron rodeadas de basura. Pero no se trata de un hecho aislado: los microbasurales frente a las escuelas se han vuelto moneda corriente.

La situación en estos barrios es alarmante. Las calles están tomadas por la basura, la droga y el crimen organizado. No hay patrulleros. No hay controles. La basura se tira frente a las cámaras de seguridad municipales sin que nadie actúe. La impunidad es total.
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Mientras tanto, el intendente Valenzuela organiza fiestas que violan la ley, ya que la normativa vigente prohíbe expresamente el consumo de alcohol en eventos masivos. En lugar de gobernar, prefiere el espectáculo.
A pesar de múltiples órdenes judiciales que exigen la erradicación de los basurales, más de diez focos activos siguen contaminando los barrios de Loma Hermosa, Churruca y El Libertador, sin que el municipio actúe. La desobediencia institucional es flagrante.
Tener escuelas rodeadas de basura no es solo una falta de gestión: es un ataque directo a la educación y a la salud pública. Es también un símbolo de un Estado municipal ausente, que elige mirar para otro lado mientras los vecinos conviven con el abandono, el delito y el deterioro.
Las zapatillas colgadas en los cables eléctricos marcan los puntos de venta de droga en el barrio.
El shoefiti en Tres de Febrero no es arte urbano ni una expresión cultural, sino la muestra palpable del avance del crimen organizado en los barrios.
Este símbolo alerta sobre territorios controlados por bandas, donde la ley y el Estado están ausentes, y la violencia se impone.

Fiestas para unos pocos, abandono para el resto
Organizar fiestas del alcohol en barrios acomodados mientras otros vecinos viven rodeados de basura, droga y abandono no es solo una falta de gestión: es una falta de respeto.
Una falta de respeto a los vecinos que mandan a sus hijos a la escuela entre ratas y montañas de residuos, a la ley, que prohíbe el consumo de alcohol en eventos masivos, y a la democracia, que exige gobernar para todos, sin descriminación.
Valenzuela no solo ignora fallos judiciales, sino que pisotea el pacto democrático al usar el Estado como herramienta de marketing electoral. Mientras los barrios populares se hunden, él reparte sonrisas y cerveza entre sus votantes fieles, como si gobernar fuera un premio para pocos.