Atrapados en la economía

Salvador Di Stefano: El gobierno posterga negociaciones con el FMI. Impone una agenda tributaria agresiva. Ajusta el gasto del Estado. El contexto internacional no nos sonríe y la clase política entra en confrontaciones innecesarias. El resultado es estancamiento e inflación, no explota, pero languidece.

CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES, 25 MAR 2021. Informe económico. Por Salvador Di Stefano — El gobierno posterga negociaciones con el FMI. Impone una agenda tributaria agresiva. Ajusta el gasto del Estado. El contexto internacional no nos sonríe y la clase política entra en confrontaciones innecesarias. El resultado es estancamiento e inflación, no explota, pero languidece.

Las negociaciones con el FMI buscan postergar acuerdos, ambas partes desean no acordar en esta coyuntura, sería de gran costo político para los negociadores llegar a un acuerdo y no poder cumplirlo.

Por el lado de Argentina, se trabaja para postergar el pago del Club de París, esto clarifica que no tenemos reservas suficientes, y no crecen a pesar del incremento de las exportaciones, control de cambio y demás regulaciones.

En este escenario, la economía comienza a sentir el impacto de los grandes vencimientos impositivos. El sector privado tendrá que afrontar en un corto período de tiempo el impuesto a la riqueza, bienes personales y ganancias, en resumen, no habrá inversión por el momento.

Los ingresos fiscales podrían dar lugar a una mejora en las cuentas públicas. Al mes de febrero, por cada $ 100 que se gastaron en los últimos 12 meses, se financiaron $ 75,30, parece una brecha elevada, pero es menor a la del mes de diciembre de 2020 y similar a la de noviembre de 2020.

En lo relativo al mes de febrero propiamente dicho, por cada $ 100 de gasto, se financiaron $ 96,54, una mejora respecto al año 2020.

Para marzo, creemos que las cuentas seguirán siendo deficitarias, pero se ira recortando la distancia entre ingresos y gastos, esto implica que el gobierno está llevando adelante un ajuste en el gasto (se terminaron los ATP e IFE) y la recaudación de impuestos patrimoniales crece notoriamente, la mejora en el déficit tiene como contracara una desmejora en la inversión.

En este marco de ajuste de gasto y mayor presión tributaria, se suman señales políticas confusas, el gobierno se va del Grupo de Lima (algo que no será bien visto por los accionistas mayoritarios del FMI) y propone cambiar los estatutos del FMI para reestructurar la deuda a 20 años, ya que no hay dinero para pagar.

El mercado nos devuelve una cachetada a cada paso, los activos financieros argentinos no paran de caer, aumenta el riesgo país, y si bien no tenemos grandes vencimientos de deuda por delante, el mercado presume que algún día Argentina no pagará la deuda.

Las empresas privadas pierden el crédito internacional, las tasas que pagan son exageradamente altas, y no fluyen fondos a la región.

Brasil y su pésimo manejo de la pandemia, no son una buena noticia para Argentina. La devaluación de la lira turca extiende al mundo emergente los peligros de una salida de capitales, Turquía es la referencia de los inversores de riesgo para invertir en mercados sub desarrollados.

La clase política vive hablando de los buenos precios de las materias primas, nadie se puso a mirar que las cantidades producidas son menores a las del año 2020, y el productor no vendería en forma rápida ante el peligro de una nueva sequia para la campaña que viene.

En este contexto, la suba de la tasa de retorno de los bonos de tesorería americano a 10 años complica el panorama. La Reserva Federal de Estados Unidos está abogando por una mayor expansión económica, su mandato es la estabilidad de precios, pero también el crecimiento económico. Hasta no ver la tasa de inflación por encima del 2% anual, no subirán los tipos de interés. El mix de expansión monetaria y probable aumento de la actividad, podría disparar a la suba la inflación y la tasa que se ubica en el 1,62% anual, podría subir a niveles del 2% anual. El mercado de acciones y bonos emergentes se pondrá muy volátil.

Conclusiones

. – El gobierno está realizando un ajuste del gasto público, e imponiendo una mayor presión tributaria a la economía. En los dos primeros meses del año, los ingresos fiscales se ubicaron en el 51% anual, y los gastos en el 45% anual. El déficit fiscal fue 57,5% inferior al año 2020, cuando todavía no habían comenzado las restricciones sanitarias.

. – Paralelamente a este ajuste, las declaraciones públicas de la clase política no generan confianza en los inversores, lo que detiene la llegada de capital destinado a la producción.

. – Tanto la ex presidente como el ex presidente con sus discursos no ayudan a que la inversión diga presente. Argentina tiene que saldar un debate político binario, y nadie pondrá dinero hasta que esté saldado.

. – En este contexto, la pandemia y las restricciones no le permitirán al país seguir con el actual nivel de actividad. Esto implica que, para los meses que vienen, es probable que la ecuación ingresos y egresos se invierta, y reaparezca con más crudeza el déficit fiscal y su financiamiento vía emisión monetaria.

. – Los productores harán un esfuerzo por retener mercadería ante un escenario climático incierto, el sector privado será esquilmado por el Estado con impuestos, y la tasa en el mundo comienza a subir. En este escenario, no hay demasiadas razones para ser optimistas en lo económico. Si a esto le agregamos una narrativa confrontativa de la clase política argentina, en el plano interno e internacional, todo parece indicar que los días por venir serán muy difíciles.

. – La ruralidad tiene buenos precios y no tiene cantidad. La economía urbana tiene malos precios y le falta cantidad. La oferta de alimentos básicos es la misma que hace 5 años atrás, y la cantidad de personas en el mercado de consumo es un 5% más alta. Todo esto contribuye a que estamos atrapados en el estancamiento y la inflación. La economía no explota, pero languidece.