Se cumplen 30 años de la “tragedia de los bomberitos”: un hecho clave hacia la profesionalización

La más joven de las víctimas tenía solo 11 años y los más grandes no superaban los 23. Foto: Cortesía de José Luis Lazarte

BUENOS AIRES, 20 ENERO 2024.- El 21 de enero de 1994, mientras luchaban contra un incendio en un campo lindante con la ruta 3, 25 cadetes del Cuerpo de Bomberos de Puerto Madryn, de la provincia de Chubut, fueron alcanzados por el fuego, avivado por el aumento de la velocidad del viento. Lo imperdonable fue que del total de víctimas, 11 eran menores de edad. Los testimonios de los familiares a 27 años del peor dolor, y la reconstrucción minuto a minuto del drama

El incendio se inició en horas del mediodía, probablemente alrededor de una ermita ubicada junto a la ruta 3, lindera al campo que en aquel momento pertenecía a Ana Gallastegui, cerca de la rotonda sur de acceso a la ciudad y a unos 15 kilómetros de esta. El primero que vio el humo fue un adolescente, que dio aviso a la policía. Cuenta la pericia que firmaron los comisarios Evaristo León y Antonio Ruscelli y el subcomisario Guillermo Schanz -entregada el 2 de febrero de ese año- que a las 14:30 los bomberos recibieron un llamado de la Seccional Primera.

Todos habían llegado al siniestro vistiendo mamelucos de tela, cascos de fibra de vidrio y botas de goma, portando sólo palas para “sofocar” el fuego arrojándole tierra.

Dos grupos de bomberos, uno a cargo de Meriño y otro de Daniel Zárate, se internaron unos 3.000 metros dentro del campo en dos móviles, hacia la zona nombrada como Puesto Gallastegui, en rigor una construcción abandonada. De allí continuaron a pie para combatir las llamas. A las 16:15, un tercer grupo, comandado por el suboficial principal José Luis Manchula, llegó a ese lugar. En el mismo había varios menores. Bajaron del móvil número 8 y él decidió que caminaran 400 metros con dirección oeste. Su equipo de protección era precario: overoles y botas de goma. Manchula era, entre todo el personal de bomberos, el que tenía el grado más alto aquella jornada. Ricardo Vera, el jefe del cuerpo de Madryn, se encontraba en la localidad de Rawson.

A esa hora, la velocidad del viento se incrementó un 36%, llegando a los 25 kilómetros por hora. La temperatura era de 28,8°. Las llamas avanzaban hacia el sur a 3 km/h y hacia el oeste a 6 km/h. El grupo de bomberos llevaba cinco radiotransmisores. A las 17:15, el viento amainó: era de 18 km/h.

A las 17:20, el alerta: el sargento Julio Laportilla le advierte a la avanzada que combate el fuego que el viento cambió de dirección y aumentó su velocidad. Le responde Cristian Meriño, dice que están bien y ve, a unos 300 metros, el Puesto Gallastegui. En ese momento, el viento alcanzó unos 40 km/h: un 122% más que apenas minutos antes. La temperatura sube a 32°, la máxima del día.

A las 17:25, Laportilla llama con más urgencia al grupo. Advirtió, además, que, por obra del viento y la vegetación propia de la árida meseta patagónica (jarilla, piquillín, coirón, algarrobitos y moye) las llamas incrementan su tamaño. No hay respuesta, solo silencio. Diez minutos después, insiste, y esta vez hay respuesta: Manchula le pide que los auxilie, que las llamas los están rodeando.

A las 17:38, Laportilla intenta llegar donde supone que estará el grupo, pero las llamas se lo impiden. 17.40: logra atravesar el fuego, avanza hasta una tranquera, pero no ve a nadie, y los llamados de radio no tienen respuesta. Supone que sus compañeros buscaron una vía de escape hacia el sur o el oeste. A las 17:55 se comunica con el Cuartel Central y pide que se haga sonar la sirena de alarma general.

La preocupación fue en aumento ese 21 de enero de 1994 conforme el incendio se prolongaba, el humo oscurecía completamente el cielo de la ciudad cuando todavía restaban horas de luz y los chicos no volvían.

Recién los encontraron a las 7:30 del día siguiente. Una patrulla de búsqueda halló herramientas de zapa y algunos cascos. Unos metros más adelante -se consignó- encontraron los primeros cadáveres. Más adelante, el resto. Desde el aire, un avión de reconocimiento también vio el horrible panorama. A bordo iba Vera, que al comprobar la muerte de sus subalternos tuvo un ataque de nervios y debió ser internado en la Clínica San Jorge de Madryn. Fue relevado del mando, y aunque sigue viviendo en Puerto Madryn, no pudo volver a dirigir el cuartel. El incendio tardó 40 horas en ser extinguido en su totalidad.

El sábado 22, todo Madryn se unió en un llanto. En el Gimnasio Municipal fueron velados 23 bomberitos. Por razones religiosas, Ramiro Cabrera (16) y Marcelo Miranda (el más chico, de apenas 11 años) tuvieron una despedida aparte. El domingo 23, a las 18:15 de la tarde, los féretros fueron llevados al cementerio sobre un camión que encabezaba una caravana doliente de interminables cuadras. Veinticinco nichos -del 268 al 293- los esperaban.

El próximo martes 23 de enero se realizará una charla en el Ecocentro de la ciudad en homenaje a los 25 bomberos que perdieron la vida en el incendio de 1994

El Gobierno del Chubut, a través de la Secretaría de Ciencia y Tecnología, y la Asociación de Bomberos Voluntarios de Puerto Madryn, desarrollaráel próximo martes 23 de enero una charla conmemorativa a 30 años del devastador incendio que cobró la vida de 25 bomberos.

La actividad, denominada “La Ciencia del Fuego”, tendrá lugar a las 19 horas en instalaciones del Ecocentro y contará con la disertación de expertos que abordarán las condiciones atmosféricas y de combustible, resaltando su relevancia en el desarrollo de sistemas de alerta y la comprensión global del comportamiento del fuego en incendios rurales.

Ciencia y memoria

La temática se centrará en las condiciones atmosféricas y de combustible que desencadenaron aquel trágico evento y su importancia para el abordaje de incendios similares ocurridos hasta el 2023.

El comandante Ricardo Saavedra, miembro de la Jefatura de la Asociación de Bomberos Voluntarios, junto a los investigadores, María del Carmen Dentoni, Héctor del Valle y Guillermo Defossé, proporcionarán una visión profunda de las condiciones que llevaron al comportamiento extremo del fuego.

El análisis detallado aborda factores cruciales como la carga total de combustible, temperaturas extremas y la dirección del viento, contribuyendo al desarrollo de sistemas de alerta y ampliando el conocimiento global del comportamiento del fuego.

Esta charla no solo busca recordar la tragedia sino también resaltar la importancia de integrar los conocimientos científicos, operativos y técnicos en los procesos de toma de decisiones. La investigación ya ha impulsado avances significativos en los sistemas de alerta de incendios en Argen

La denominada “tragedia de los bomberitos” en la que 11 adolescentes y 14 adultos murieron hace 29 años mientras combatían un incendio de pastizales en Puerto Madryn, la más vasta en la historia de los bomberos voluntarios en el país, es identificada como la que marcó “un antes y un después” hacia la profesionalización de la actividad y la adopción de un nuevo paradigma en el manejo del fuego.

La más joven de las víctimas, Marcelo Miranda, tenía solo 11 años y los más grandes no superaban los 23. Entre los fallecidos había una pareja que iba a casarse el mes siguiente y dos hermanos de 14 y 22 años, el mayor de los cuales iba a ser padre por primera vez.

El fotógrafo José Luis Lazarte, autor de las fotos para el diario Jornada de Trelew que darían la vuelta al mundo, dijo a Télam que cuando salió a la ruta para cubrir el incendio “traspasé al segundo camión de bomberos” que llegó a asistir y “entramos prácticamente juntos” con parte de los bomberos que darían la vida en el intento por apagarlo.

El reportero gráfico hizo algunas tomas y se volvió a la ciudad a tiempo para entregar el sobre con las imágenes ya copiadas en la terminal para que las llevara a Trelew el próximo micro.

“En esa época sonaba la sirena un montón de veces al día por los incendios de campos y para mí hasta ese momento era un incendio más”, recordó. Pero cuando volvió a las 18 “era otra historia”.

“El frente era ya de muchos kilómetros, estaba la ruta cortada y nos sacaron porque como cambiaba el viento, era peligroso y no se venía absolutamente nada”, señaló.

Esa noche nadie durmió en Madryn y al día siguiente, desde temprano comenzó a ganar cuerpo el rumor de que los chicos seguían perdidos. No había nada oficial pero se hablaba de más víctimas y los 9 se fueron transformando luego en 12, en 15, hasta que finalmente se confirmó que fueron 25.

A Lazarte le fue encargado entonces seguir documentando la tragedia: el retiro de los cuerpos, el improvisado camión funerario que en su chasis llevó 20 de los féretros al velatorio en el gimnasio municipal, el cortejo al cementerio y el sepelio.

“Creo que nunca más veré algo similar al velatorio de los 23 chicos en el gimnasio municipal. Yo estaba acostumbrado a hacer ahí fotos de básquet, de gimnasia artística y de golpe ver todos esos ataúdes con todo Madryn rodeándolos y sumido en llanto, es una imagen que no me puedo borrar”, contó.

“No podíamos creer lo que había pasado, fue sin duda el día más triste de la ciudad”, agregó.

Y porque se tomó nota de lo sucedido, el hecho marcó “un antes y un después” en materia de apego a la normativa vigente -que por entonces ya prohibía la participación de menores. Un hábito que “atravesaba a todo el sistema a lo largo y ancho de la Argentina”

Además, aceleró el “cambio de paradigma” respecto a cuales son las técnicas para combatir estos incendios, en los que hoy se utilizan cortafuegos, contrafuegos y medios aéreos para circunscribirlos.

Lazarte señaló que, en ese entonces, la asociación funcionaba para los chicos como “un club” donde “aprendían y se divertían” pero cuando ocurrió el incendio “no es que el cuartel los cargó a todos en el móvil y los llevó” a apagar el fuego, sino que eso pasó con “una parte” mientras que “los otros fueron cayendo por sus propios medios” y, una vez dentro, ya no pudieron salir.

El sábado 22. Se realizó el velatorio de los 25 bomberos. Por la noche, el viento cambió nuevamente la dirección del incendio y terminó apagándose solo, al encontrarse con lo que ya había quemado.

El domingo 23, a las 18.15 h, los féretros fueron llevados al cementerio sobre un camión que encabezaba una larga caravana.