“Narcoestado”: Entre narrativas y evidencias

Un miembro de la guerrilla disidente de las FARC aparece en una imagen tomada en una plantación de coca en el Cañón del Micay

Por Oscar Schlenker

23 de octubre de 2025 (DW).- Calificativos como narcoestado, narcodictaduras y narcoterroristas están resurgiendo en las narrativas geopolíticas de América. El prefijo “narco” nació en los años 80 del comercio criminal de narcóticos y ha tenido una evolución poco favorable para la región. El actual conflicto armado contra carteles de la droga en el Mar Caribe, que Estados Unidos ha designado como organizaciones terroristas, sacude las relaciones diplomáticas del hemisferio, creando nuevos aliados, enfrentamientos y escenarios políticos plagados de incertidumbres.

La relación histórica de gobiernos autoritarios con el narcotráfico va más allá de las ideologías. El breve régimen anticomunista de Luis García Meza en Bolivia se le apodó “la dictadura de la coca” y cayó en 1980 por sus vínculos con el narcotráfico. Pero el término narcoestado se popularizó en Colombia con el Cartel de Medellín y el poder político alcanzado por su capo Pablo Escobar. Hoy en día, las implicaciones de calificar a un presidente o a una nación como narcos podría repercutir en todo el hemisferio.

En días recientes hemos visto cómo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se refirió al presidente de Colombia, Gustavo Petro, como un “líder de la droga”. Colombia ahora “enfrenta una grave crisis de seguridad”, dijo a DW la presidenta de la organización estadounidense Inter-American Dialogue, Dra. Rebecca Bill Chávez. Ambos países habían desarrollado la alianza más sólida en el continente desde el 2000, con avances clave en la lucha contra el narcotráfico que EE.UU. financiaba con hasta 2.000 millones de dólares al año. “Pero en los últimos años ese progreso se ha deteriorado, especialmente desde que Petro asumió el poder”, explica Bill Chávez. “El cultivo y la producción de coca han alcanzado niveles récord, los grupos armados se han fragmentado y expandido hacia nuevas zonas, y la violencia contra los líderes sociales se ha disparado”, enfatizó Bill Chávez.

Acto seguido a los calificativos, Trump anunció el fin de los subsidios y financiamiento de EE.UU. destinado a Colombia para combatir el narcotráfico. Una acción que para Rebecca Bill Chávez “solo empeoraría una situación, que ya es mala”. Debilitaría la capacidad de Colombia para controlar su propio territorio y daría más margen de maniobra a las redes criminales”.

De lo dicho al hecho

Llamar narcopresidente a un mandatario no tiene consecuencias legales, por lo general. El Dr. Jonas von Hoffmann, investigador del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA), comenta a DW que términos como “narcopresidente” o “narcoestado” carecen de un significado jurídico y su valor analítico es limitado. “Todos estos prefijos se han utilizado de manera política y estratégica para descalificar a ciertos actores… ninguno de ellos tiene relevancia jurídica en strictu sensu”, explica Hoffmann.

En uno de los casos más emblemáticos, la oposición en México al expresidente Andrés Manuel López Obrador, logró posicionar la etiqueta de “narcopresidente” para referirse al mandatario en distintos medios y redes sociales. Sin embargo, “ninguna de las acusaciones logró realmente tener eco entre los votantes,” argumenta Hoffmann, “lo que sí podría marcar una diferencia, aunque no necesariamente, serían investigaciones penales sobre vínculos con el narcotráfico y condenas de altos funcionarios y actores políticos, como ha ocurrido con presidentes en Honduras o Paraguay”.

Geopolítica de narrativas

La percepción ciudadana hacia quienes los gobiernan y la manipulación de la narrativa juegan un papel crucial en las dinámicas de poder del continente. Existe una “multipolarización de narrativas, en donde el discurso es completamente confuso”, explica a DW Leonardo Gómez Ponce, periodista especializado en narcotráfico y fundador de la unidad de investigación Tierra de Nadie en Ecuador. Para Gómez Ponce, mientras las narrativas distraen a la población: “Los grupos siguen operando y siguen creciendo a sus anchas”.

Todos los expertos consultados para este artículo coinciden en que el narcotráfico es utilizado como pretexto para justificar objetivos políticos más amplios en la región. También coinciden en que, en el caso de Venezuela, el crimen organizado y el narcotráfico se vinculan de alguna manera con el régimen de Nicolas Maduro. Sin embargo, la intención de Trump más aparente es impulsar un cambio de régimen en Venezuela que atacar las vías de narcotráfico más poderosas como en Colombia o Ecuador. Para Gómez Ponce, el narcotráfico salpica a todos los gobiernos del hemisferio, pero se trata más de una “corresponsabilidad” por decisiones que favorecen indirectamente la presencia de actores criminales.

Mientras avanza la presión en el Caribe para un cambio de régimen en Venezuela, “en Ecuador el presidente Daniel Noboa, se ha alineado con el presidente Trump en la toma de decisiones”, enmarcado en la lucha contra el narcotráfico, explica Gómez Ponce. Cuando Noboa “plantea la apertura en Ecuador para tener bases militares extranjeras, se comienza a formar un triángulo que termina creando todo el caldo de cultivo de una estrategia militar perfecta para EE.UU.” argumenta Gómez Ponce.

¿Petro narcopresidente?

Colombia es el mayor productor de coca en el planeta y por donde fluyen las principales vías del narcotráfico. El conflicto generado por las políticas enfrentadas de Trump y Petro hace poco para revertir o controlar la industria de la droga, que sí tiene efectos negativos para toda la región. Los expertos concuerdan que la verdadera amenaza no radica en el uso del prefijo narco, sino en cómo el narcotráfico afecta las estructuras estatales y socava la democracia.

Para el Dr. Hoffmann llamar narcotraficante a Gustavo Petro desafía la credibilidad. Si bien “es cierto que ha presidido un aumento en el cultivo de coca (una tendencia que antecede a su mandato) y que ha abogado por políticas de drogas alternativas, eso no lo convierte en un narcopresidente, por muy impreciso que sea el término” dice Hoffmann.

La retórica de acusaciones “narco” podría tener implicaciones mucho más graves para la región y para Colombia. La Dra. Bill Chávez teme que “en el peor de los casos, la retórica se endurezca y derive en una espiral de aranceles y sanciones, que los bloqueos de ayuda se vuelvan permanentes, y que ataques marítimos o aéreos se amplíen por errores de cálculo o daños a civiles, desencadenando una crisis aún mayor.”

Aunque la etiqueta de “narcopresidente” puede tener impacto, su valor real es limitado para entender la compleja relación entre la política y el crimen organizado en América Latina. Aún más preocupante, a lo largo de los años hemos visto cómo distintos gobiernos surgen y caen, mientras que el narcotráfico sigue operando como de costumbre.