
Buenos Aires, 27 de julio de 2025 (Mi Periódico).- La industria argentina entra en una etapa de repliegue. Cada vez más empresas dejan de producir localmente para importar productos terminados. Según una nota publicada este domingo por Andrés Lerner en el diario Ámbito, Kenvue —dueña de las marcas de higiene femenina Siempre Libre y Carefree— anunció el cierre de su planta en Pilar y comenzará a abastecerse con mercadería proveniente de Brasil. La decisión se enmarca en una tendencia creciente, impulsada por la apertura comercial y la apreciación del tipo de cambio.
Las importaciones muestran un fuerte incremento. En junio, las cantidades importadas crecieron más del 53% respecto del año anterior. El salto se explica tanto por la reactivación de la actividad económica como por los incentivos derivados de un dólar barato y una menor protección comercial. De acuerdo con datos de la consultora Audemus, la participación de las importaciones de bienes y servicios en el producto bruto interno alcanzó el 32,4%, el nivel más alto en los últimos cien años.
Con este panorama, muchas compañías replantean su modelo de negocios. Algunas optan por importar parcialmente, otras directamente cesan su producción local. A los casos ya conocidos en sectores como el petroquímico, el calzado deportivo o el automotor —incluido Nissan— se suma ahora el de Kenvue, que paralizará completamente su planta nacional para reemplazar su oferta con productos brasileños.
En el mismo segmento, la multinacional Kimberly-Clark había tomado una medida similar en junio. Cerró su planta en Pilar, con más de 200 trabajadores, y concentró sus operaciones en su fábrica ubicada en San Luis.
Para la analista Agostina Monti Salías, especializada en desarrollo productivo, este fenómeno no resulta novedoso. Recordó que entre 2016 y 2018, en un contexto de apertura económica y tipo de cambio apreciado, muchas firmas enfrentaron dificultades para competir y recurrieron a estrategias similares. Hoy, afirmó, se observa un “triple impacto estructural” sobre la competitividad industrial: dólar barato, presión tributaria mal diseñada y falta de financiamiento.
El tipo de cambio real apreciado encarece los productos nacionales frente a los importados. A esto se suma una carga impositiva que recae con más fuerza sobre la producción formal y la ausencia de crédito, condicionada por tasas reales elevadas y una situación financiera inestable.
Frente a estas limitaciones, muchas industrias —en especial PyMEs— toman decisiones defensivas. Optan por importar productos terminados o sustituir insumos locales por alternativas más baratas del exterior. Monti Salías subraya que estas medidas no responden a una estrategia de largo plazo, sino a una necesidad de supervivencia en un entorno que no ofrece condiciones adecuadas para producir.
Carlos Bender, dueño de Lumilagro, lo expresó con crudeza: “Es adaptarse o morir”. Su empresa modificó el esquema de negocios luego de que el Gobierno eliminara una medida antidumping. Hoy, más del 60% de su facturación proviene de productos importados, y la producción local se limita a dos modelos de termos fabricados por 65 trabajadores en su planta de la provincia de Buenos Aires.
Audemus advierte que, incluso en un escenario de reactivación y menor inflación, la industria no logra recuperar niveles de actividad y permanece por debajo de los registros de 2023. La consultora atribuye esta debilidad a la combinación entre la apertura comercial y el atraso cambiario.
Un informe reciente de la firma enumera más de diez medidas que facilitaron el ingreso de productos importados. En cambio, las mejoras estructurales para fortalecer la producción local brillan por su ausencia. La apertura comercial ocurre en un contexto de inestabilidad y con un tipo de cambio que, en los últimos 55 años, solo en 12 ocasiones fue tan bajo. Lejos de una competencia equilibrada, las empresas nacionales enfrentan una cancha cada vez más inclinada en contra.