Tensión cambiaria persiste: dólar y alerta del FMI

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 22 de julio de 2025.- El dólar minorista cerró con una baja de veinticinco pesos, ubicándose en $1.275 en el Banco Nación. Esta cifra contrasta con el máximo histórico intradiario de $1.305 alcanzado durante la jornada del lunes. En el mercado informal, el dólar blue también retrocedió quince pesos, cotizando en $1.305. Esta cotización lo consolida como la más alta dentro del mercado cambiario.

En el segmento financiero, el contado con liquidación (CCL) registró una caída del 1,9%, ubicándose en $1.264. El dólar MEP perdió un 1,5%, hasta los $1.261. Por su parte, el tipo de cambio mayorista extendió su baja y se situó en $1.258.

La transición hacia un nuevo régimen monetario ha generado nuevamente fuertes turbulencias en el mercado argentino. La decisión de eliminar las Letras de Financiamiento (LeFi) provocó un excedente de pesos que el Gobierno no logró absorber con suficiente rapidez. El resultado fue una caída abrupta de las tasas más cortas y un salto inmediato del tipo de cambio financiero, con un incremento cercano al 7% en pocas semanas.

Expertos advierten que los errores en la implementación dejaron al sistema financiero expuesto a movimientos desordenados. El intento de establecer una tasa de interés “endógena”, determinada por el mercado, se aplicó de manera más brusca de lo que los participantes toleraban. En consecuencia, el Banco Central y el Tesoro debieron intervenir mediante licitaciones extraordinarias y pases pasivos para reordenar el mapa de tasas y estabilizar el dólar.

Las tasas de caución llegaron a caer por debajo de la inflación esperada, desatando compras masivas de dólares para cobertura. La reacción oficial fue inmediata pero no planificada: se lanzaron subastas sin tope, se reactivaron mecanismos desarticulados y se intensificó la venta de futuros para frenar una corrida. Sin embargo, para los analistas, la señal de improvisación ya estaba dada.

Ambos informes coinciden en que el mercado reaccionó con desconfianza ante una política monetaria sin coordinación plena. Las señales mixtas, la eliminación abrupta de instrumentos clave y la incapacidad de absorber rápidamente la nueva liquidez evidenciaron una fragilidad que podría escalar si no se corrigen los errores estructurales.

Política monetaria y emisión oculta

Para Econviews, el talón de Aquiles de la estrategia actual sigue siendo la política monetaria. Aunque el Gobierno intenta mostrar señales de ortodoxia fiscal, los números revelan una expansión monetaria sostenida. La base monetaria tradicional, que excluye depósitos y encajes, continúa creciendo, pese a los discursos que aseguran haberla frenado.

El Banco Central, lejos de retirarse del mercado, sigue girando utilidades al Tesoro y comprando letras a los bancos. Estos mecanismos, aunque no se presenten como asistencia directa, inyectan pesos al sistema. Incluso hoy, cuando el Tesoro cancela Lecaps con parte de sus $13 billones, lo hace alimentando la base con dinero previamente emitido.

La eliminación de las LeFi, un instrumento que absorbía pesos con vencimientos diarios, dejó un vacío no reemplazado de inmediato. El Gobierno apostó a que la tasa de interés se acomodaría sola en un esquema de libre flotación, pero el resultado fue un desborde de liquidez sin herramientas de contención.

Los analistas consideran que el diseño del nuevo régimen ignoró un principio básico: ningún banco central renuncia por completo a su capacidad de intervenir en las tasas más sensibles. Mientras la teoría apuntaba a un esquema de mercado, la práctica demostró que el sistema necesitaba una red de contención más robusta.

De la teoría al ajuste de emergencia

El impacto fue inmediato. El lunes posterior al desarme de las LeFi, la tasa de caución saltó del 18% al 40% en cuestión de horas. Esta volatilidad reflejó la ausencia de una guía clara y la necesidad urgente de reconstruir la arquitectura monetaria. Frente al pánico, el Banco Central activó los pases pasivos que había desactivado meses atrás.

Al mismo tiempo, el Tesoro convocó a una licitación extraordinaria de Lecaps, fuera del cronograma previsto. El objetivo era frenar la expansión monetaria y demostrar que el Estado aún podía absorber pesos a tasas competitivas. Las tasas ofrecidas en esa subasta superaron los niveles previos, reflejando la presión sobre la curva de rendimientos.

Estas medidas generaron una estabilización momentánea, pero los analistas de Econviews advirtieron que la reacción fue forzada y poco planificada. La narrativa oficial, que prometía cortar la emisión y abandonar los instrumentos de absorción, se revirtió en pocos días ante el riesgo de descontrol.

Dos problemas estructurales persisten: por un lado, la idea de que la economía puede funcionar sin una tasa de referencia clara; por otro, el intento de eliminar la deuda de corto plazo sin que el mercado esté dispuesto a tomar vencimientos más largos en un contexto de incertidumbre electoral.

Impacto del desarme de LeFi

GMA Capital explicó que, del total de $15,6 billones colocados en LeFi, apenas $5,8 billones fueron absorbidos en la licitación posterior. El resto de los fondos se dirigió en parte a encajes, pero una porción relevante quedó disponible y se volcó al mercado. Esta sobreoferta de pesos derrumbó las tasas más cortas a niveles insostenibles.

La tasa de caución llegó a operar entre el 12% y el 16,8% nominal anual, mientras que la interbancaria cayó hasta el 18%. Estos niveles, inferiores incluso a la inflación mensual esperada, encendieron alertas sobre el retorno de una dinámica de desanclaje. En respuesta, el Ministerio de Economía organizó una licitación sin tope, con tasas que superaron el 34% nominal anual en las Lecaps más cortas.

Para GMA, el problema no fue la eliminación de las LeFi en sí, sino la falta de mecanismos compensatorios. El mercado quedó sin referencia, y el sistema financiero respondió volcando la liquidez a cobertura en dólares. La política de tasa endógena, si bien teóricamente válida, exige una transición más gradual.

La suba de tasas logró contener parcialmente la presión, pero dejó una marca: el sistema solo reacciona cuando ve señales contundentes y sostenidas. La confianza sigue en niveles bajos y los inversores exigen una prima elevada para mantenerse en pesos.

Dólar, reservas y nuevo equilibrio

El dólar reaccionó al desorden monetario con una suba que lo llevó de $1.194 a casi $1.300 en pocas jornadas. Desde GMA Capital explicaron que el remanente monetario impulsó la demanda de divisas, obligando al Gobierno a intervenir también en el frente cambiario. El Tesoro compró u$s 500 millones en bloque, acumulando cerca de u$s 2.400 millones entre licitaciones y operaciones directas.

Aunque esta estrategia apuntó a cumplir con el FMI y mejorar reservas, también encendió dudas sobre la sostenibilidad del nuevo piso del dólar. El tipo de cambio mayorista en torno a $1.260 sugiere un nuevo nivel de equilibrio, pero con mayor tensión.

Por otro lado, el Banco Central volvió al mercado de futuros. La posición neta vendedora del BCRA, que en mayo era de u$s 1.946 millones, se habría duplicado en las últimas semanas. El interés abierto saltó de u$s 4.550 millones a u$s 5.750 millones, reflejando una participación más agresiva del regulador para frenar expectativas devaluatorias.

Esta táctica, aunque efectiva a corto plazo, tiene un costo: si el BCRA pierde en su posición futura, deberá cubrir la diferencia con emisión, retroalimentando las presiones inflacionarias. Es un equilibrio inestable que funciona solo si el dólar no se dispara.

Advertencia del FMI y reservas

El Fondo Monetario Internacional advirtió que las reservas netas de Argentina siguen siendo “críticamente bajas”, a pesar de algunas mejoras macroeconómicas desde fines de 2023. La advertencia forma parte de su informe “Desequilibrios globales en un mundo cambiante”, que analiza la posición externa de 30 economías.

En ese contexto, el FMI insistió en la necesidad de levantar el cepo cambiario, implementar un tipo de cambio más flexible y avanzar con reformas estructurales profundas. Mientras el Gobierno espera la aprobación de la primera revisión del acuerdo firmado en abril por US$ 20.000 millones, clave para destrabar un desembolso de US$ 2.000 millones, las reservas se convirtieron en el principal punto de tensión.

La meta pactada para junio era acumular US$ 4.300 millones, aunque el FMI ya aceptó postergar la evaluación para julio. Según el ministro Luis Caputo, el objetivo aún podría cumplirse.

Riesgo país y perspectivas

Aunque el FMI reconoce que los fundamentales económicos mejoraron sustancialmente, subraya que los rendimientos de los bonos soberanos siguen siendo elevados. Esto implica un riesgo país alto (750 puntos básicos) y un acceso prácticamente cerrado al crédito internacional. Para revertir esa situación, el Fondo propone una implementación sostenida del programa de Facilidades Extendidas (EFF), con ancla fiscal firme, reconstrucción de reservas y mejoras en la competitividad.

El informe detalla que las reservas netas pasaron de un rojo de US$ 11.000 millones a uno de US$ 6.000 millones en 2024, gracias a compras de divisas que compensaron vencimientos de deuda. No obstante, la acumulación de dólares se frenó desde mediados del año pasado, y a marzo de 2025, las reservas seguían en terreno negativo. El FMI reconoce cierta estabilización tras el nuevo acuerdo, pero advierte: “la cobertura sigue siendo insuficiente”.

Recomendaciones a largo plazo

El Fondo considera que para potenciar sectores clave como energía y minería, es indispensable avanzar hacia un esquema más abierto y orientado al mercado. Propone flexibilizar gradualmente las restricciones cambiarias, mejorar el manejo de flujos de capitales e incentivar la llegada de inversión extranjera directa (IED). La sostenibilidad externa, concluye el FMI, depende de decisiones políticas firmes y consistentes en materia fiscal, cambiaria y estructural.

Con El Economista/Iprofesional