Estados Unidos: Trump nomina a la jueza conservadora Amy Coney Barrett a la Corte Suprema

La jurista conservadora de 48 años fue nominada este sábado por el presidente Donald Trump como jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos en reemplazo de Ruth Bader Ginsburg.

WASHINGTON, EE. UU., 26 2020 – Amy Coney Barret, la jueza que despierta preocupación entre los grupos de defensa liberales y que promueven el derecho al aborto en Estados Unidos, nació en Louisiana, creció en un suburbio de Nueva Orleans, es abogada, tiene 48 años, proviene de raíces conservadoras del sur de su país y este sábado fue nominada por Donald Trump en reemplazo de Ruth Bader Ginsburg, quien murió a los 87 años el 18 de septiembre. 

“Es un honor para mí nominar a una de las mentes legales más brillantes y talentosas de nuestra nación para la Corte Suprema”, aseguró Trump desde la Casa Blanca.

Su padre, Michael Coney, trabajaba como abogado para una compañía de petróleo y su madre era ama de casa mientras ella estudiaba la secundaria en St. Mary’s Dominican High School, de donde se graduó en 1990. Culminó sus estudios en la Facultad de Derecho de Notre Dame y años más tarde comenzó a dictar clases en esta institución.

Es católica practicante, madre de siete hijos, todos menores de 20 años, dos adoptados en Haití, y se opone por convicción personal al aborto. Ella y su esposo, Jesse Barrett, un ex fiscal federal, hacen parte de un pequeño grupo cristiano llamado People of Praise, el cual surgió del movimiento católico de renovación carismática que comenzó a finales de la década de 1960 y que adoptó prácticas pentecostales como hablar en lenguas y creer en la profecía y la sanidad divina. 

Barret tiene solo tres años como jueza, desde que en 2017 fue elegida por el presidente Trump para la Corte de Apelaciones del Séptimo Circuito de EE. UU. con sede en Chicago, pero su posición contra la interrupción voluntaria del embarazo ya ha encendido las alarmas de que en la Corte Suprema pueda ayudar a revocar la histórica decisión que legalizó el aborto en este país en 1973. Su postura frente a este asunto podría impulsar al electorado religioso conservador del que el líder republicano dependió en gran parte hace cuatro años. 

Su audiencia de confirmación en ese momento produjo choques políticos cuando los senadores demócratas cuestionaron sus declaraciones públicas sobre el catolicismo. Eso la convirtió en una celebridad entre los conservadores religiosos, que la calificaron como víctima de prejuicios basados en su fe.

Trabajó como secretaria del juez Antonin Scalia, fallecido en 2016, considerado uno de los pilares del ala conservadora de la Corte Suprema y quien fue nombrado por el presidente republicano Ronald Reagan. 

Barrett, el polo opuesto de la icónica jueza liberal Ruth Ginsgburg

Aunque Catherine Glenn Foster, presidenta y directora ejecutiva del grupo antiaborto Americans United For Life, llamó a Barrett “la mejor y más calificada sucesora” de Ginsburg, para los opositores de las políticas conservadoras no habría una antítesis más clara de la icónica feminista jueza Ruth Bader Ginsburg, a quien reemplazará. 

Gingsburg defendió las causas liberales y progresistas de Estados Unidos como el derecho al aborto, los derechos de las personas homosexuales, la estricta separación de la iglesia y el Estado y escribió decisiones importantes como una sentencia de 1996 que les abrió las puertas del Instituto Militar de Virginia a las mujeres y anuló las políticas de admisión discriminatorias de las escuelas estatales.

Barret, por su parte, comparte su visión con el presidente en temas polémicos. En los tres años que lleva como jueza de apelación ha defendido las posiciones legales conservadoras en asuntos claves, al votar a favor de las políticas migratorias de Trump, mostrar su apoyo a los derechos de posesión de armas y su oposición a la Ley de Salud impulsada por el expresidente Barack Obama, conocida como Obamacare. También fue autora de un fallo que facilita que los estudiantes universitarios acusados ​​de agresiones sexuales en el campus demanden a sus instituciones.

“Si es nominada y confirmada, Coney Barrett trabajaría para desmantelar todo por lo que luchó Ruth Bader Ginsburg durante su extraordinaria carrera (…) Un nombramiento de esta magnitud debe ser hecho por el presidente posesionado en enero”, aseguró Alphonso David, presidente de Human Rights Campaign, un grupo de defensa LGBTI, poco antes de que Trump confirmara la nominación. 

Los demócratas la acusan de ser una ideóloga que quiere acabar con el derecho al aborto y promover los intereses de las grandes corporaciones, mientras que los republicanos la aclamaron como un modelo de moderación judicial. 

En el Senado, la cámara encargada de confirmar o rechazar a quien fuera la candidata del presidente para ocupar un lugar en la Corte Suprema, contaba hasta la tarde de este sábado con una mayoría de 53 a 47. Solo dos senadores de la bancada oficialista se oponían a continuar con el proceso, ya que al igual que los demócratas consideran que lo correcto es que el nombramiento no se haga en el actual Gobierno que está próximo a terminar, sino por quien sea elegido como el presidente de Estados Unidos en los comicios del 3 de noviembre.