Lausana, capital olímpica y de la contaminación de dioxinas

Lausana, la opulenta capital del deporte olímpico bañada por las aguas del lago Lemán, se enfrenta a un problema inédito en Suiza: la contaminación por dioxinas.

LAUSANA, SUIZA, 16 oct. 2021 (AFP) — Con unos 140.000 habitantes, la cuarta ciudad de Suiza es víctima de las descargas tóxicas de una vieja incineradora de residuos domésticos.

Pero la contaminación por este producto químico potencialmente muy tóxico cuando se acumula, que se hizo tristemente célebre durante la guerra de Vietnam y el accidente industrial de Seveso en Italia, se descubrió por casualidad a comienzos de año.

“Como no buscábamos dioxinas, no las encontrábamos”, explica a la AFP Natacha Litzistorf, consejera municipal encargada del medio ambiente.

– Advertencias –

Esta semana, las autoridades revelaron que la contaminación era más grave y más extendida de lo pensado.

Un mapa de la ciudad muestra el conjunto de la superficie afectada: una especie de rombo de una longitud de más de 5 kilómetros desde la orilla del lago Lemán en el noreste de la ciudad, y de una amplitud de 3,6 kilómetros.

La zona con más concentración (más de 200 nanogramos por kilo) cubre la parte alta de Lausana, alrededor del bosque de Sauvabelin, uno de sus pulmones verdes, así como la zona alrededor de la catedral.

Un pico de 640 nanogramos se detectó en el centro de la ciudad.

Las autoridades colocaron señales de advertencia en los espacios de juego y los parques de la ciudad. Los padres de los niños menores de cuatro años no deben permitir que se lleven las manos a la boca si juegan en el suelo.

También recomendaron lavar las frutas y verduras cultivadas en jardines particulares y lavarse regularmente las manos.

Las recomendaciones todavía son más estrictas en las zonas donde la tasa es superior a 100 ng/kg.

Como la dioxina se concentra fuertemente en los tejidos animales, se recomienda no comer las gallinas criadas ahí ni vender sus huevos.

Las verduras de raíz deben pelarse antes de comerse, y los pepinos, calabacines y calabazas no se consideran aptas para el consumo.

– No tentar al diablo –

El culpable fue rápidamente descubierto. La planta de incineración que funcionó entre 1958 y 2005 en el mismo centro de la ciudad.

“En esa época pensábamos que era mucho mejor situar las plantas de incineración en el centro para proteger la agricultura en el campo”, dice Litzistorf.

Entre 1958 y 1982, cuando los filtros de la incineradora se adecuaron a las normas, la fábrica escupió grandes cantidades de dioxinas a su entorno.

Didier Burgi, que tiene un huerto, explica que el asunto suscita preguntas entre los vecinos que cultivan sus verduras desde hace años.

“Las calabazas, calabacines y pepinos no los comeremos este año. No tenemos muchos pero hubo un aviso específico sobre esto y no vamos a tentar al diablo”, dice.

En los jardines familiares de Châtelard, la tasa de contaminación es de menos de 20 ng y Jose Torres no quiere renunciar a los cultivos de su parcela.

“En mi casa, yo sé lo que como”, asegura. “Todo lo que compramos está llenos de productos químicos”, añade.

Jacqueline Felder muestra la misma determinación en su huerto, donde cultiva judías, espinacas, lechugas y zanahorias bajo el sol templado de una tarde de octubre.

“Hace 15 años que tengo mi jardín aquí. La gente tiene tanto miedo de todo hoy en día”, dice. “Yo soy campesina, soy muy de la naturaleza. Es nuestra madre, la Tierra. ¡Debemos respetarla!”, insiste.

– ¿Y ahora? –

La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que una exposición breve del ser humano a fuertes concentraciones de dioxinas puede provocar lesiones dérmicas y alterar el funcionamiento del hígado.

La exposición de larga duración se asocia a problemas del sistema inmunitario, del desarrollo del sistema nervioso, del sistema endocrino y de las funciones de reproducción.

En los animales, la exposición crónica a estas sustancias provoca diferentes tipos de cáncer.

Litzistorf asegura que no conoce todavía a nadie que haya notificado problemas de salud que estén ligados a la contaminación recientemente descubierta.

Y la pregunta es que deberá hacerse ahora. ¿Es posible limpiar el suelo en una superficie tan grande?

“Es la pregunta que todo el mundo se hace”, dice la edil, que se interroga también sobre quién debe hacer y pagar la tarea de limpieza.