El caudal más bajo de los últimos 77 años: ¿qué está pasando en el Río Paraná de Argentina?

El Gobierno prevé la afectación sobre el abastecimiento y calidad del agua potable, la navegación, el ecosistema, la fauna y la generación de energía hidroeléctrica.

ENTRE RÍOS, ARGENTINA, 20 JUL. 2021 (RT) — Peces muertos, falta de agua potable y energía, y graves alteraciones en los ecosistemas. Esas son solo algunas de las graves consecuencias que trae la histórica bajante en la cuenca del Río Paraná, el principal sistema hídrico de Argentina. 

En el puerto de Paraná, la capital de la provincia de Entre Ríos, el caudal descendió tres centímetros esta semana hasta llegar a una altura de -17 centímetros por debajo del nivel del mar; la peor marca desde 1944, cuando había llegado a -1,40 metros.

La bajante actual mantiene al río lejos de su nivel de aguas bajas (2,30 metros) y de su altura promedio en julio (3,10 metros); y ya superó las marcas de 1971 (0,50 metros), las de 2020 y 1970 (0 metros).

Frente a este panorama, el Gobierno de Alberto Fernández puso en marcha un comité de crisis y anunció el sábado un Fondo de Emergencia Hídrica de 1.000 millones de pesos (unos 10,3 millones de dólares), para la asistencia de las provincias y localidades afectadas.

Desde la Casa Rosada vinculan la inusual situación al déficit de precipitaciones en las cuencas brasileñas del río Paraná y del río Iguazú. Las autoridades señalan que las bajantes y las crecidas son procesos naturales y cíclicos en cualquier sistema fluvial, pero la sequía es uno de los factores determinantes. 

La afectación ocurre porque Argentina es un país de ‘agua abajo’, es decir, que recibe los excedentes de las lluvias que se hayan registrado sobre la mitad norte de la cuenca del Paraná, que atraviesa el sur de Brasil y el este de Paraguay. 

“Como en todo proceso de bajante, se prevé la afectación sobre el abastecimiento y calidad del agua potable, la navegación y operaciones de puerto, el ecosistema, la fauna íctica y la generación de energía hidroeléctrica”, señaló la Jefatura de Gabinete en un comunicado. 

Los problemas que esto genera afectan a las provincias del noreste o litoral, Misiones; Chaco; Formosa; Corrientes; Santa Fe; Entre Ríos, y también a Buenos Aires.   

Sin embargo, organizaciones ambientalistas sostienen que las causas van más allá de una eventual sequía, y que están emparentadas con la contaminación industrial, el cambio climático, la deforestación e incendios de bosques, las obras de dragado, el aumento de la navegación fluvial, las represas hidroeléctricas, la expansión de la frontera agrícola y ganadera, entre otros factores de origen humano.   

“Un auténtico holocausto ambiental”

Rafael Colombo, miembro de la Asociación Argentina de Abogadas y Abogados Ambientalistas (AAAA), considera que estos son los efectos de “un auténtico holocausto ambiental” que está ocurriendo en la región. Y advierte que es el resultado de “una serie compleja y diversificada de intervenciones antrópicas, asociadas a la expansión del extractivismo agroindustrial, ganadero, forestal, fluvial y minero, durante los últimos 50 años aproximadamente”. 

En el mismo sentido han influido en este bajo caudal récord, de acuerdo a Colombo, los incendios intencionales que arrasaron, solo en el último año y medio, con casi medio millón de hectáreas en las provincias afectadas.

“Estamos asistiendo a una ‘sabanización’ del río Paraná, que se suma a la sabanización de humedales como el Delta del Paraná, agravada por la deforestación masiva en el Gran Chaco y otras provincias limítrofes”, dice el letrado a RT. 

Por todo ello, la organización remarca que se debe restringir en forma urgente cualquier tipo de actividad que agrave la situación de stress hídrico por la que atraviesa el Río Paraná, y suspender inmediatamente cualquier tipo de actividad que implique continuar con la deforestación masiva.

En cuanto a las proyecciones, el Instituto Nacional del Agua (INA) anticipa una tendencia descendente del Paraná para los próximos tres meses, con un mes de julio “especialmente crítico, con afectación a todos los usos del recurso hídrico, exigiendo especialmente a la captación de agua fluvial para consumo urbano, para refrigeración de centrales de generación eléctrica y de procesos industriales”.

El INA también alertó sobre problemas en “la navegación fluvial, fauna íctica, estabilidad de márgenes” y una “exposición a incendios en márgenes e islas”.