El conflicto en Irlanda del Norte, un dilema sin resolver tras el acuerdo del Brexit

Esta semana, los grupos paramilitares unionistas de Irlanda del Norte retiraron su apoyo a los acuerdos de paz de 1998 para mostrar su descontento frente a las decisiones de Reino Unido y Bruselas sobre su territorio en las negociaciones del Brexit. Así, regresan las nubes del conflicto en una Irlanda que todavía recuerda las armas.

El pasado jueves 4 de marzo, Reino Unido e Irlanda se despertaban con una noticia sorprendente. Paramilitares unionistas –a favor de la permanencia de Irlanda del Norte en Reino Unido– anunciaban a través del Consejo de Comunidades Unionistas que se retiraban “temporalmente” del proceso de paz iniciado en 1988, conocido como el Acuerdo de Viernes Santo.

IRLANDA DEL NORTE, 7 MAR 2021 – El pasado jueves 4 de marzo, Reino Unido e Irlanda se despertaban con una noticia sorprendente. Paramilitares unionistas –a favor de la permanencia de Irlanda del Norte en Reino Unido– anunciaban a través del Consejo de Comunidades Unionistas que se retiraban “temporalmente” del proceso de paz iniciado en 1988, conocido como el Acuerdo de Viernes Santo.

“(Este consejo) retira su apoyo al Acuerdo de Belfast y a sus instituciones hasta que se restablezcan los derechos contemplados en ese acuerdo y se corrija el Protocolo de Irlanda, para asegurar un movimiento sin límites de bienes, servicios y ciudadanos por todo el Reino Unido”, informaron en un comunicado.

El anuncio tensiona la situación después de más de veinte años de paz. Los herederos del conflicto que sacudió Irlanda del Norte durante décadas denuncian que el Brexit no los tiene en cuenta y rechazan el Protocolo de Irlanda, un anexo al acuerdo entre Londres y Bruselas para asegurar que los acuerdos de paz se mantenían tras la salida de Reino Unido de la Unión Europea (UE). 

Si bien es cierto que la tensión entre unionistas y republicanos –partidarios de la unión de las dos Irlandas– nunca desapareció, el país vive desde 1998 un periodo de paz que se reafirmó con el abandono de la lucha armada del IRA en 2005.

Para mantener este equilibrio tras el Brexit, se acordó que no habría ninguna frontera física entre las dos Irlandas. A cambio, sí hay ciertos controles en los puertos sobre el mar de Irlanda para evitar que los productos que circulan en Inglaterra, Escocia y Gales pasen a Irlanda del Norte y luego a Irlanda -estado miembro de la UE- sin cumplir los estándares sanitarios europeos.

Preocupación por una posible vuelta a la violencia

Los unionistas consideran ahora que este acuerdo les separa de los británicos, por lo que han decidido lanzar un órdago a Londres y a Bruselas, si bien se han encargado de asegurar que esta retirada “temporal” del acuerdo no supone una vuelta al pasado.

 “No hay amenazas de violencia” aseguró a EFE Billy Hutchinson, líder del Partido Progresista Unionista (PUP) y exdirigente de su antiguo brazo armado, la Fuerza de Voluntarios del Ulster (UVF).

Sin embargo, Hutchinson ha alertado a Reino Unido y la UE sobre el peligro que podría acechar a Irlanda del Norte si los políticos no actúan en un conflicto que se ha convertido en el último quebradero de cabeza de quienes debían alcanzar un equilibrio en tras el Brexit.

“Hay grupos ahí fuera que quieren destruir la Asamblea y el Acuerdo del Viernes Santo y lo que me preocupa es que cuando los políticos no hacen política se crea un vacío que será ocupado por los pistoleros”, afirmó Hutchinson, quien ahora es concejal en el Ayuntamiento de Belfast.

Un país joven y conflictivo creado en 1921

Si bien el conflicto irlandés se remonta a siglos atrás, el proceso de paz de 1998 respondía a un conflicto armado desatado especialmente tras la creación en 1921 de Irlanda del Norte tras la Guerra de Independencia Irlandesa.

Así, la naciente Irlanda del Norte pasó a formar parte de Reino Unido. Pero desde un principio avanzó como un país enfrentado internamente en el conflicto entre republicanos, los defensores de la unión de toda Irlanda en un solo Estado, y unionistas, favorables a la pertenencia a Reino Unido. A esta divergencia política se unía también la división religiosa dentro del país.

La creación del país tenía como uno de sus fines principales la defensa de los derechos de la población protestante, minoritaria en su territorio. Sin embargo, la población católica vio contrarrestada su mayoría con la discriminación en materia electoral, política, cultural, lingüística o habitacional, entre otros.

El conflicto se recrudeció en los años 60, dando paso a partir de 1968 al periodo denominado como ‘the troubles’, marcado por la violencia armada. Este periodo acabó en 1998 con el Acuerdo de Viernes Santo, firmado por los gobiernos británico y de Irlanda y apoyado por la mayoría de los partidos norirlandeses. Las poblaciones de ambas Irlandas también lo ratificaron en referéndum. Hasta entonces el conflicto había dejado 3.849 muertos.

Tres actores habían marcado principalmente el conflicto: el Ejército Republicano Irlandés (IRA por sus siglas en inglés), el Reino Unido a través de la policía y el Ejército, y los grupos paramilitares unionistas. Muchos de estos grupos estaban fuertemente relacionados a corrientes de extrema derecha contrapuestas a los postulados socialistas del IRA.

Petición de un trato igualitario respecto a Gibraltar

Ahora son los descendientes políticos de estos grupos armados unionistas los que vuelven a erigirse como defensores de una Irlanda del Norte integrada en Reino Unido. Así, el Consejo de Comunidades Lealistas afeó a Londres el trato preferencial que ellos creen han recibido en Gibraltar con respecto a Irlanda del Norte.

“No se ha pedido el consentimiento de la población de Irlanda del Norte para poner en marcha el Protocolo (…) en un drástico contraste con el Protocolo de Gibraltar, en el que el Gobierno gibraltareño formó parte de las negociaciones entre el Reino Unido y la UE, donde se buscó y se obtuvo el consenso de sus representantes, y en el que sus representantes forman parte de los comités de supervisión del acuerdo junto con España y la UE”, defienden.

El desabastecimiento de algunos productos en los supermercados norirlandeses debido a los requisitos aduaneros no ayuda a aliviar las tensiones. Tampoco el último anuncio de David Frost, otrora negociador británico con Bruselas, que esta semana se estrenó como responsable del Gobierno para el Brexit y la UE.

Frost anunció que su país alarga unilateralmente el periodo de gracia para exonerar a mercancías de ciertos controles aduaneros, lo que provocó la ira de Bruselas y del Gobierno irlandés, que vio en el Brexit una oportunidad hacia una futura reunificación.

“Todo esto es un ardid electoral, un truco publicitario del Partido Unionista Democrático (DUP, de la ministra principal norirlandesa Arlene Foster). No es bienvenido, pero tampoco tendrá éxito”, señaló Mary Lou McDonald, líder del Sinn Féin, históricamente asociado al IRA.

El órdago de Bruselas el pasado enero para intentar imponer controles a la exportación de vacunas desde Irlanda del Norte también levantó suspicacias entre los unionistas. El movimiento estaba contemplado en el acuerdo post Brexit, pero la UE rápidamente reconoció su error.

Ahora ambas partes deberán actuar con celeridad para que las aguas vuelvan a calmarse en torno al mar de Irlanda.

France24, con EFE y medios locales