Más de 24 horas esperando a la funeraria: “Esto es tercermundista”

MADRID, ESPAÑA, 11 ENE 2021 (EFE) – Vicky ha tenido que dormir esta noche con las ventanas abiertas y metida en una habitación algo templada gracias a una bomba de calor. En la misma casa, el cuerpo de su hermano Juan espera desde hace más de 24 horas a que una funeraria lo recoja. Sus operarios no tienen cadenas para llegar allí.

A las puertas de la vivienda de su hermano en Mingorrubio, una colonia de chalés del madrileño enclave de El Pardo, Vicky afronta dos dolores: la muerte de Juan, que padecía una enfermedad respiratoria, y la odisea de darle descanso en medio de la nevada más grande que recuerdan los mayores del barrio.

“Esto es tercermundista”, se lamenta agotada mientras relata cómo tuvo que recurrir a un amigo policía municipal para que fuera a buscarla a su casa de Madrid y la llevara hasta Juan, con quien hablaba todos los días pero que ayer no respondió al teléfono.

Para saber por qué no cogía el móvil en pleno temporal, la hija de Vicky movilizó a la Guardia Civil, que accedió a la casa con vehículos a través de la nieve primero y saltando luego desde el patio de una vecina. Se lo encontró muerto por causas naturales.

Desde la funeraria, dice hoy Vicky tras pasar una noche en una casa helada funcionando como nevera, les piden que tengan paciencia porque solo uno de sus vehículos tiene cadenas y hasta este mediodía no ha pasado la esperada quitanieves.

“Esta mañana iban a mandar a los operarios a comprar cadenas, pero aquí no aparece nadie y me han dicho ahora mismo que no iban a enterrar ni en La Almudena, ni en El Pardo, ni en Fuencarral”, los cementerios más cercanos.

Las inhumaciones e incineraciones de cadáveres se han suspendido temporalmente en Madrid debido a Filomena y la Empresa Municipal de Servicios Funerarios prioriza las recogidas de fallecidos en domicilios, pero en este caso parece que no llegan nunca.

Y Vicky no se mueve hasta que lo hagan. “Claro”, responde a si durmió en la vivienda, junto a Juan: “Está aquí solito”. Una experiencia para olvidar: “Lo hemos pasado muy mal, muertos de frío porque tenemos que tener abierto todo, pendientes de que vinieran a buscarlo toda la noche, y nada”.

Le han avisado que hasta las siete u ocho de la tarde no podrán llegar y ella teme tener que pasar otra noche refugiada en una habitación y sin saber cuándo podrá dar sepultura a su hermano.

Los que sí han acudido, destaca, son los agentes de la Guardia Civil, de la Policía Municipal y de la Nacional. Y, sobre todo, “los vecinos, los primeros y los mejores”.

Juan, que vivía solo, era muy conocido porque daba chucherías a todos los niños y perros que se cruzaba. Fueron los vecinos los que se volcaron en contactar con el Samur, conseguir un médico para certificar su muerte y apoyar a la familia, recuerda Vicky.

Tampoco dudó en ayudar el sacerdote de Mingorrubio. “Con 88 años se ha desplazado de su casa hasta aquí andando y le ha dado el responso”.

A unas pocas casas de Juan vive Beatriz Santamaría, la presidenta de la Asociación de Vecinos de Mingorrubio, que también ayudó en las gestiones con la familia.

Ella lleva movilizada tres días coordinando la cooperación vecinal. Fue lo que permitió que la decena de casas que pasaron sin luz la noche del sábado al domingo tuvieran estufas de butano para calentarse y comida caliente.

“La labor de los vecinos han sido increíble, estamos súper agradecidos los vecinos los unos a los otros, y también a la Guardia Civil, a la Guardia Real y a los Bomberos”, resume Beatriz.

Y es que desde que el temporal de nieve barrió este enclave, sus residentes han tenido que hacer frente a un corte de luz de 12 horas, que en el caso de una decena de sus 400 viviendas se alargó a más de 30 hasta que ayer por la tarde un vecino electricista consiguió reparar la avería.

Pero también al aislamiento, en espera de una quitanieves que no acababa de llegar. Y aún queda mucho por hacer en las calles, donde los vecinos se afanan en quitar nieve a paladas para conseguir que los coches puedan llegar hasta sus casas… y la de Juan.

María Traspaderne