ARGENTINA. TRES DE FEBRERO. BARRIO CHURRUCA: abandono y deterioro en la plaza

BARRIO CHURRUCA, TRES DE FEBRERO, BUENOS AIRES, 20OCT 2020 (Mi Periódico) – Yuyales, falta de iluminación y residuos acumulados en las esquinas. Así se veía la plaza Churruca ayer por la noche, frente a la Escuela EGB 36.

La forma y la estructura de la ciudad y de sus espacios públicos inciden en la inseguridad, y es más fácil modificar el medio ambiente que la conducta del agresor. Esto significa que al tener un espacio público que es utilizado por la comunidad y que está permanentemente vigilado se inhiben o acotan las posibilidades de éxito de un agresor.

Hoy por la mañana la municipalidad levantó los residuos que llevaban algunos días en el lugar, y enseguida se instaló una feria que ofrece ropa usada junto a otros productos y ocupa gran parte de la plaza.

Vecinos de la zona aseguran que por las noches, a partir de las 20:00 h, la zona es tierra de nadie.

La policía se ve muy poco y la Policía Local, “comunitaria”, creada por el ministerio de Seguridad provincial para estrechar lazos con la comunidad, retiró los patrullajes de la zona y su presencia es nula. 

Incluso hay motociclistas que por las noches se instalan con sus motos en las zonas oscuras de la plaza, y el lugar se transforma en un punto caliente para todo tipo de actividades noc santas.

A nadie se le escapa que en las plazas de los barrios más acomodados del partido la situación no es la misma.

La municipalidad mantiene esas plazas en perfectas condiciones, y abandona a su suerte las ubicadas en los barrios más vulnerables.

Pero la mejor manera de liberar zonas es retirar de la vía pública las patrullas de prevención, de recorrida y vigilancia, evitando de ese modo la presencia policial en el territorio para prevenir el delito.

Y eso es lo que pasa en Tres de Febrero. Las patrullas se retiran de los barrios vulnerables generando “zonas liberadas”, al tiempo que se refuerza la seguridad en los barrios acomodados. Creando, de esa, manera las “burbujas de seguridad”.

Es decir, el sistema de seguridad municipal y policial está pensado, por un lado, para custodiar barrios acomodados (burbujas de seguridad) con patrullajes preventivos que impactan de manera positiva sobre la percepción de seguridad en el vecindario, y representan la presencia del Estado por medio de sus instituciones de seguridad pública.

Y, por el otro, generar zonas liberadas a través de la ausencia del Estado en los barrios más vulnerables del partido en el que las patrullas prácticamente por las noches desaparecen, provocando un impacto negativo sobre la percepción de seguridad en el vecindario.

Pero cuidado, porque la seguridad ciudadana no trata simplemente de la reducción de los delitos sino de una estrategia exhaustiva y multifacética para mejorar la calidad de vida de la población, de una acción comunitaria para prevenir la criminalidad, del acceso a un sistema de justicia eficaz, y de una educación que esté basada en los valores, el respeto por la ley y la tolerancia.

La inseguridad urbana se nutre del deterioro y el mal diseño de los espacios públicos, así como de los problemas de localización, de accesibilidad e incluso de la falta de iluminación y de la mala calidad de la infraestructura urbana y de la planeación.

Y en ese sentido, la prevención situacional del delito es un conjunto de estrategias tendientes a intervenir el espacio público para tornarlo más seguro, llevando a cabo medidas para reducir la oportunidad del delito.

La prevención situacional del delito busca entre otras cosas mejorar la iluminación de las calles, reforzar la accesibilidad de las calles, reforzar la accesibilidad a los barrios y sanear los terrenos abandonados.

¿Han oído hablar alguna vez de la teoría de las ventanas rotas?

Es una teoría sobre el contagio de las conductas inmorales o incívicas. Tiene su origen en un experimento que llevó a cabo un psicólogo de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo, en 1969. Abandonó un coche en las descuidadas calles del Bronx de Nueva York, con las placas de matrícula arrancadas y las puertas abiertas. Su objetivo era ver qué ocurría.

Y ocurrió algo. A los 10 minutos, empezaron a robar sus componentes. A los tres días no quedaba nada de valor. Luego empezaron a destrozarlo.

El experimento tenía una segunda parte: abandonó otro coche, en parecidas condiciones, en un barrio rico de Palo Alto, California. No pasó nada. Durante una semana, el coche siguió intacto. Entonces, Zimbardo dio un paso más, y machacó algunas partes de la carrocería con un martillo. Debió de ser la señal que los honrados ciudadanos de Palo Alto esperaban, porque al cabo de pocas horas el coche estaba tan destrozado como el del Bronx.

Este experimento es el que dio lugar a la teoría de las ventanas rotas, elaborada por James Wilson y George Kelling: si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas por los vándalos. ¿Por qué? Porque es divertido romper cristales, desde luego. Pero, sobre todo, porque la ventana rota envía un mensaje: aquí no hay nadie que cuide de esto.

El gobierno local conocen bien esta teoría. Cuando aparece un grafito en una pared, si no se borra pronto, toda la pared -y las de las casas próximas- aparece llena de pintadas. De ahí la importancia de mantener siempre la ciudad limpia, las calles en orden, los jardines en buen estado… También la policía lo sabe, y por eso considera importante atajar no sólo los grandes crímenes, sino también las pequeñas transgresiones.

El mensaje es claro: una vez que se empiezan a desobedecer las normas que mantienen el orden en una comunidad, tanto el orden como la comunidad empiezan a deteriorarse, a menudo a una velocidad sorprendente. Las conductas incivilizadas se contagian.

Y las personas civilizadas se retraen. Wilson y Kelling lo explicaban así: “Muchos ciudadanos pensarán que el crimen, sobre todo el crimen violento, se multiplica, y consiguientemente modificarán su conducta. Usarán las calles con menos frecuencia y, cuando lo hagan, se mantendrán alejados de los otros, moviéndose rápidamente, sin mirarles ni hablarles. No querrán implicarse con ellos. Para algunos, esa atomización creciente no será relevante, pero lo será para otros, que obtienen satisfacciones de esa relación con los demás. Para ellos, el barrio dejará de existir, excepto en lo que se refiere a algunos amigos fiables con los que estarán dispuestos a reunirse”.

Entre otras razones porque adoptar esas conductas nos empeora a nosotros mismos como personas, como ya dijo otro filósofo, Aristóteles, hace aún más años. Si no quieres ser mentiroso, no digas la primera mentira, porque… la próxima vez será más fácil.